jueves, 29 de mayo de 2008

De blanco sobre negro. De dibujos, forma y sentido

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página 17. Sobre leer y escribir

Mis primeros contactos con la prensa diaria y nacional fueron el año pasado. Por la mañana en la Facultad de Ciencias teníamos disponibles unos ejemplares de 'La Vanguardia' y por la tarde en la de Comunicación de 'El Mundo': durante todo el curso un día nuevo se abría al dar las cuatro de la tarde. Lo que comenzó como un mero entretenimiento, algo que te llena las manos y te da qué hacer mientras hojeas cada ejemplar fue despertando en mí un interés cada vez mayor que me llevó a pasar de los titulares al cuerpo de la noticia; de la sección de deportes a algún artículo político; hasta caer (osado de mí) en el universo de la opinión.
Por un lado mis sospechas se confirmaron cuando comencé este cuatrimestre con las clases de 'Comunicación e información escrita II' o 'Redacción periodística' hablando en plata. Se han centrado fundamentalmente en la redacción de noticias discursivas: aquellas en las que se recoge la intervención de uno o varios protagonistas. No solo las más abundantes en esos periódicos que comenzaba a leer sino las más estándar. Y es que en el fondo la mayoría de noticias se parecen entre sí, escritas todas con ese lenguaje que parece enlatado y listo para comer tras solo 5 minutos de microondas.
Lejos quedaba de esto que ahora me enseñaban todo lo que había asociado con el periodismo. El amor por la propia profesión de informar y por el lenguaje que es al final su mejor herramienta. El esfuerzo se centraba en enseñarnos a escribir rápido y siempre de la misma manera. Por eso me aficioné a los columnistas, porque son los que todavía disfrutan escribiendo, reposando sus pensamientos antes de plasmarlo en el papel, seleccionando justo la palabra adecuada.
Y es que ¿cuántas líneas pasan por un periódico sin apenas ser leidas? En el fondo esta idea todavía me angustia porque si no se leen, ¿para qué se escribieron? Por suerte ayer recibí una de esas sorpresas que hacen que todo valga la pena: la página 17 del diario ABC. No era la información decisiva del día pero estaba escrita con el cariño de quien disfruta escribiendo para poder ser leido. Una noticia diferente pero bien contada, que demuestra cómo se pueden contar las cosas de otro modo y con otro gusto, y sin dejar de pensar en sus lectores, esos que nadie puede asegurar al periodista que vayan a estar ahí pero que son quienes deben comprenderle.

martes, 27 de mayo de 2008

Mi rotulador blanco


Recuerdo a un profesor que el año pasado nos preguntó: "¿Os habéis planteado por qué al mirar la página de un libro interpretamos las letras como 'manchitas' negras sobre un papel blanco? ¿Por qué no una extraña e informe mancha blanca sobre un papel negro?". Estaba introduciendo el tema sobre las teorías de la Gestalt de la figura y el fondo.
Ver dos caras enfrentadas o una copa depende de lo que cada uno sitúe como el elemento protagonista de la imagen (figura) y como el contexto (fondo). Sin embargo este tipo de ambigüedades solo se dan en imágenes como la de la copa, porque la respuesta de la página del libro es clara y directa: nadie ve una mancha blanca. Y es que otra de las conclusiones a las que llegó esta escuela de la Gestalt fue que entre varias posibilidades, nuestro cerebro interpretará la más simple.
El caso es que hay muchos que, quizás arrastrados por un simplismo mayor aún, encuadrán lo blanco como algo soso porque aún no se ha puesto nada ahí. Pues a mí me gusta el blanco porque representa lo vacío, la pausa, el silencio... No es lo que queda por decir, sino un hueco donde decirlo. Un bloque de mármol del que los grandes artistas puedan sacar sus obras.
Por eso quiero un rotulador blanco. Para pintar esta realidad frenética, llena de colores y de gritos con un poco de luz bajo la que sentarse a reflexionar. No quiero descubrir la pólvora, ni reinventar la rueda. Simplemente, allí donde se dice demasiado reponer un poco el blanco del lienzo en el que los verdaderos artistas puedan plasmar maravillas.