miércoles, 11 de junio de 2008

del masculino y el femenino, del singular y el plural


Dicen que me río y aunque mi hermana se ría creo que todavía es por conjugación y no porque la ministra Aído se atreva ya a ponerle género hasta a los verbos. Porque después de oírla, ya no se si empezar a hablar del ministro Aído o, mejor aún, de la más televisiva ministra Aída, para ser correcto con el lenguaje; o dejarlo como está, ministra Aído, para máxima corrección de su cartera, la de igualdad; y de su cartero también que luego dicen que como el lenguaje es machista hay que utilizar los dos géneros; que digo yo que también podríamos empezar a decir machisto, que ya está bien de que las palabras malas sean todas femeninas.
Porque mientras otro intelectualillo (o intelectualilla) vuelve a poner el ejemplo del 'coñazo' y lo 'cojonudo' creyéndose original (menos mal, sea ella o él, ésta no va a cambiar), los habrá que prefieran empezar a doblarlo todo, para dejarle tranquilo y que se calle de una vez. Cuidado, porque se doblan las sábanas, las páginas o las hojas pero así no se dobla una palabra; quien doble un sábano, un págino o un hojo (esta última duele ¿eh?) lo que es, es un burro y un amante de los palabros (anda, un masculino despectivo. De este no te acuerdas ¡eh intelectualete!).
Así que digamos, ahora sí: todos y todas, hermanos y hermanas, amigos y amigas, diputados y diputadas, miembros y... y miembras, venga, que a nuestros ministros y ministras les gusta y gusto. Luchemos por el gran desafío de los últimos años y añas, hasta que podamos escuchar a pianistos, violinistos y saxofonistos, y así nadie se extrañará porque tengamos miembras y cantantas. Y cuando nuestro lenguaje y lengua sean perféctamente igualitario e igualitaria, podremos decir con orgullo que ya no somos machistas ni machistos porque nuestra lengua y nuestro lenguaje han dejado de discriminar.
Todo el problema está ahí. Somos machistas porque utilizamos la forma masculina como genérico, y porque hay conceptos peyorativos vinculados a la figura femenina y positivos con la masculina (en la genitalidad para el que necesite más pistas). Pero no nos acordamos de las buenas palabras femeninas que tantas cosas podrían construir (será por lo machistos que somos). Porque lAs personas que rompieron con el pasado alumbraron unA niñA que fue lA Constitución y la niñA dio nietAs y lAs llamaron 'leyes'. Tenemos unA lenguA cuyAs palabrAs pueden derribar un muro o acabar con un conflicto para traer a la niñA más guapA de todas: a lA pAz.
Alguien dijo que el mundo es lógico y racional porque nosotros lo hemos mirado así, y yo creo que nuestra lengua es machista porque así la miramos. Quien piensa ya en pedir que la 'o' deje de denotar disyunción y pueda acompañar a su pareja la 'a' como una nueva preposición, cree que hay que trabajar por cambiar esta lengua malvada y masculina para que hablemos igualdad por los cuatro costados, el sol brille, los pájaros canten y todos vivamos en armonía.
Es verdad, eso es más sensato y sensata que realmente esforzarnos por educar a nuestros niños y niñas, adolescentes y adolescentas, jóvenes y jóvenas, personas y personos todas. Educarlos y educarlas para que aprendan y aprendon a mirarse y respetarse como iguales. Aunque quizás entonces verían una lengua bella, sencilla y sensata, sin un ápice de maldad más que el de aquellos que peor la usan. Pero sólo quizas ¡eh!

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