miércoles, 4 de junio de 2008

Sí, eso dicen...

No hay palabra escrita o dicha que no sea susceptible de ser cuestionada. Seguro que mucho tiene que ver con el gran acceso a la información del que goza nuestra sociedad. Personas más informadas son personas más despiertas, más críticas y más observadoras. Ya no nos la pueden colar con queso, porque conocemos el gusto que tiene el poder por la manipulación y nos anticipamos a él con el contraargumento eterno. Porque una vez que se nos hayan acabado las ideas, los datos y los números; justo cuando alcancemos ese momento y un poquito antes de caer en el insulto, siempre podremos decir: "Sí bueno, eso es lo que dicen ellos".
Jamás habíamos tenido tanta información a nuestra disposición y jamás la habíamos cuestionado con tanta alegría. Ya nadie puede decir nada porque la virtud de escuchar aquello que no queremos oir, escasea más que nunca. Por eso es mejor acusar a alguien de interesado (e implicitamente, mentiroso) que reconocer que puedan existir más posturas que la propia. El colmo de este extremo lo escuché anoche. En la tertulia nocturna de la 'SER' comentaban el titular con el que abriría hoy 'El Mundo' (que ya es lo de menos) con un "Sí bueno, eso es lo que dicen...". Pero ¿han pensado en qué lugar les deja eso a ellos? Si es tan fácil dudar de la veracidad de un medio, ¿qué pueden aportar ellos para que les creamos con más razones que al de enfrente? Seguramente poco más que la fidelidad de sus oyentes.
Son creencias, que si dejamos que se generalicen nos pueden llevar a un callejón sin salida. Porque si realmente dudamos de la intencionalidad de quien dice algo, nos queda la posibilidad, bastante racional, de intentar refutarla o rebatirla. Hay bibliotecas, hay vídeos y siempre nos quedará Internet para darnos una respuesta y ver si es realmente cierto eso que no queremos creer. Pero una vez que lo hayamos descubierto ¿qué? Siempre puede pasar uno por detrás y plantear nuevas dudas sobre estos nuevos datos. Nada se libraría, y la espiral en la que caeríamos sería interminable e indestructible.
Yo poco puedo hacer. Sólo leer y oir, si es algo contrario a mi postura con más atención aún. Asumir lo que se me cuenta como, por lo menos, una de las caras de la verdad. Ser crítico con los demás y conmigo mismo, madurar mis ideas y llegar a mis conclusiónes. Pues sólo a través de ellas lograré un suelo sólido sobre el que caminar mi vida.

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