lunes, 2 de junio de 2008

Aquellos días de color de rosa

¿Nunca has tenido esa sensación que se dispara cuando oyes una determinada canción? Esa sensación que salta de repente y te translada a otro lugar y a otro tiempo en la más pura definición del verbo "evocar". A mí me pasaba con una de las Spice Girls, lo reconozco. Porque como dijo David Bravo: "Todos hemos escuchado a los Back Street Boys" (pa'l caso patatas). El caso es que cada vez que sonaba esa cancioncilla me hacía volver a sentirme pequeño, como cuando tenía doce años y abrí ese disco que había pedido como regalo de navidad.
Lo que ha pasado estos días ha sido como reencontrarme con otro de esos deja vu. Cuando tenía nueve años me fui a mi primer (y durante una larga temporada último) campamento. Dejando aparte los ahora sonrojantes ataques de morriña que hicieron las 'delicias' de mis monitores durante los diez días, uno de los recuerdos que más se me grabaron en la memoria fueron las gestas de Miguel Induráin. Estabamos a kilómetro y medio del último pueblo de la carretera en plena sierra de gredos. No había más teléfono que la cabina del bar del pueblo así que de hablar con papá y mamá nada, y la señal de la televisión, que además no podíamos ver, mejor no hablar. Era todo un desafío a nuestra independencia que algunos superaron más airosos que otros. Pero sin embargo había algo de lo que conseguimos estar al tanto los diez días. Induráin iba camino de su tercer Tour y tras ganar su segundo Giro se empezaba a hablar de un ciclista de leyenda: por eso todos queríamos saber cómo le iba a nuestro auténtico héroe.
Apenas recuerdo seguir las etapas, yo era muy pequeño, pero cada vez que llegó al final como el ganador mi familia me contagiaba de la emoción de las grandes gestas. Recuerdo a mi madre diciendo "Esta es gorda..." con los Tour de Indurain, con la 7ª del Madrid o con las primeras victorias de Alonso. Y me he visto a mí mismo repitiéndome la misma frase cuando empezaron a llegar las primeras noticias, de que un español volvía a liderar el ya olvidado Giro de Italia quince años después.
Y es que es gorda la machada de Alberto Contador, confirmada ayer en Milán. No porque venga a respaldar lo que empezó a demostrar en el Tour del año pasado. No porque estuviese de vacaciones hasta sólo tres días antes de comenzar. No porque todo esté en inmejorable situación para completar su triplete en la Vuelta de este año. Sobre todo porque me ha hecho volver a sentir como aquel niño que hace quince años estaba de campamento en Gredos; porque me ha hecho recordar la admiración por las esas gestas que marcarán una época; porque todavía me encanta sentir que estoy presenciando el nacimiento de un mito. Enhorabuena y Gracias, Alberto Contador.

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